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Hay muchos grupos que no se sabe muy bien porque pero funcionan mejor bajo la dictadura de un líder, alguien con las ideas muy claras sobre su sonido y que se imponga sobre los demás. The Beach Boys con un asfixiante Brian Wilson a finales de los 60, o los Radiohead de Thom Yorke son buena prueba de ello. Y es que no todo el mundo se podía permitir los lujos de The Beatles componiendo canciones a medias o cantando cada uno un par de temas por disco.
Roger Waters no era todavía ese agujero negro supermasivo que arrasaba todo a su paso debido a su ego, así que el propio Barret era el líder, compositor y alma del grupo, un personaje trastornado y excéntrico, que parecía a veces vivir en otra realidad muy distinta a la que los demás vemos. Poco a poco consumido por el uso y abuso de sustancias alucinógenas su visión de la psicodelia fue seguramente la más genial de todas en la época, con una perspectiva de ''rock espacial'' totalmente desquiciada, en la que todos los sonidos (y una maravillosa producción a cargo de Norman Smith, que fue pieza fundamental sin duda) intentaban evocar un viaje sideral.
Sin dar concesiones ni tan siquiera en los títulos de las canciones, vemos que ''Astronomy Domine'' como inicio del álbum es una buena carta de presentación, aunque seria otra de las pistas con referencia galáctica, ''Interstellar Overdrive'', la que se llevaría el gato al agua como mayor ida de olla grabada hasta el momento. Basicamente una oda espacial con todos los tintes del rock progresivo.
Pero la enajenación del grupo no se quedaba solo en estos sonidos ''astrales'', cosas mucho más terrenales como la historia de un gnomo (sí, la historia de un gnomo) en obviamente ''The Gnome'', un gato en ''Lucifer Sam'' o un viaje en bici en el cierre del álbum, ''Bike'' les resultaban lo suficiente atractivos como para dedicarles un tema. Obviamente todas estas letras ocultan dobles sentidos y referencias, pero en su mayoría no andaban tan lejos del tema original.
No pasarían más de dos años del lanzamiento hasta que Syd Barrett tuviese que abandonar el grupo por estar entrando ya en la locura más absoluta, dejando un hueco enorme en la banda. Hueco que nunca llegó a ocuparse del todo, pese a la llegada de David Gilmour, y que los mayores éxitos del grupo llegarían ya en los setenta sin él. Continuas eran las referencias a su persona, las canciones en su honor o discos para tributar su recuerdo.
Y ahí es donde comenzarían los otros Pink Floyd, los que realmente todos conocemos y en los que pensamos al escuchar ese nombre. Pero conviene recordar que hubo otros antes, otro grupo llamado igual que saco esta maravilla, una carrera discografía de un solo disco, un estilo distinto, pero la misma calidad con la que luego serian recordados como estrellas del rock.
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