jueves, 17 de mayo de 2012

Silver Apples - Silver Apples (1968)


El acercamiento definitivo entre los flirteos con instrumentos electrónicos de algunos compositores de vanguardia y la psicodelia, que llenaba el globo terráqueo musical en aquel momento, no se haría esperar mucho más. Desde la música noise e industrial de Luigi Russolo en 1910, hasta Raymond Scott mucho se había experimentado, pero pocas veces en la misma clave de rock que Silver Apples.

Con una estructura similar a lo que una banda 'clásica' podría ofrecer, el duo formado por Simeon y Danny Taylor (el duo, un tipo de formación que se repetirá infinitas veces a lo largo de la historia de la electrónica) hace una revisión a base de loops de batería y sintetizadores, que es la muestra más ácida posible de esa especie de rock espacial que dominaba algunas mentes como las de Syd Barret o a los miembros de The United States of America.

La mayor traba hasta entonces, es que posiblemente se creía en el concepto pero no en el resultado. Silver Apples llevaron la idea a otro nivel, donde no se basaba en hacer rock sin instrumentos clásicos del rock, sino en hacer música sin instrumentos al uso. Ese pequeño matiz es el que les llevo a poder llegar un poco más lejos que el resto. Una visión de la música electrónica como genero nuevo, y no como un apartado especialmente raro del rock.

En ciertos momentos minimalistas, la música que crearon en 1968 cumple casi todos los clichés que han perdurado. Bases repetitivas, cambios drásticos de ritmo y una ausencia total de estructuras pop,  aunque los lineas de voz están inevitablemente ligadas a la época. Su absoluto desprecio por lo establecido se traslada a un proto-kraut que deja los pilares básicos bastante bien dibujados.

En cuanto a las listas de canciones, que entre todas suman poco más de media hora, encontramos cosas como ''Oscillations'' o ''Dancing Gods'', canciones increíblemente primitivas en concepto e instrumentación, sonando casi tribales. El trabajo de abstracción absoluto para crear lo más básico con lo más avanzado es tremendo, demostrando ser un grupo no solo muy adelantado a la época, sino fuera de cualquier corriente.

El abuso (y disfrute) de drogas y su ascendencia norteamericana les deja una herencia difícil de despegar, así que ''Dust'' o ''Program'' y ese truco tan manido de sintonizar frecuencias, tienen el típico sabor USA cuando se ponían a experimentar, osea, hacer ruido. Ademas ''Whirly-Bird'' cuenta con una de las reglas no escritas del rock pero que cualquiera debe saber en la vida: 'Si una canción tiene un cencerro como instrumento, es un buen tema seguro''.

Un autentico objeto de culto, uno de esos discos que establecen nuevas reglas y que todo aquel que oye montaba un grupo. Pioneros y maestros es una combinación que pocas veces se cumple, pero que cuando se da más os vale tener cerca un sitio donde sentaros. El momento idóneo en el lugar idóneo, un golpe en la mesa gracias a uno de suerte.

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martes, 1 de mayo de 2012

Soft Machine - The Soft Machine (1968)


Con varios de los padres del llamado rock progresivo dando a luz sus óperas primas, se podría decir que este año fue el comienzo del genero. Uno de los movimientos más interesantes, en cuanto a nivel de revolución pero sobre todo de calidad, fue la llamada 'escena de Canterbury', y con el debut de Soft Machine se puso todo en marcha.

Lo que marcaba a las bandas englobadas en este movimiento, ademas de evidentemente la localización geográfica, era un gusto bastante marcado por el jazz, que aunque en mayor o menor medida siempre ha estado presente en el rock progresivo, sí que en estos grupos era bastante más claro de lo habitual. Podría empezar a hablarse ya de una fusión casi total entre rock y jazz, aunque de una manera todavía superficial.

Las drogas, y sobre todo los últimos coletazos de las revoluciones sociales y la contracultura (sin ir más lejos el nombre de la banda viene de la famosa novela de William Burroughs, una de mis favoritas) propiciaban este tipo de acercamientos. La psicodelia seguía muy marcada, y se podían notar perfectamente que todos bebían de una manera u otra de Pink Floyd, que tras su debut espacial dejo un poso imborrable en casi todos los grupos británicos.

Las composiciones de Kevin Ayers con sus cuerdas y su voz son increíbles, y la parte más rock del álbum, por ejemplo la pequeña 'suite' que conforman las dos piezas de ''Hope For Happiness'' y ''Joy Of A Toy'' que abren el disco. Por su parte Robert Wyatt (que más tarde, tristemente, se caería por una ventana y acabaría en una silla de ruedas diciendo adiós para siempre a su bateria) representaba ese toque 'Canterbury', sus ritmos de jazz, ademas de su voz, se convertirían en un sello de calidad en toda su carrera, mostrando sus habilidades en algunas instrumentales como ''Priscilla'' o ''Plus Belle Qu'une Poubelle''.
 
El conjunto final es un disco tremendamente bien estructurado, con todas las canciones entrelazadas a las mil maravillas y que no se resiente ni un segundo como una obra completa en su conjunto. Ademas de ello todas las pistas son de una calidad altísima, aunque que nadie espere singles o canciones sueltas para pasar días enteros reproduciendolas. Aquí el todo prima por encima de la parte y el resultado es genial, ademas de bastante ruidoso, lo cual es siempre un punto a favor.

Este tipo de escenas localizadas por poblaciones suelen darse mucho durante la historia del rock, pero no por comunes resultan menos impresionantes. Casi todo publicado por esta gente tiene un nivel altísimo y todas las bandas que se formaron tanto a su alrededor, como la de sus propios miembros en otros proyectos, merecen mucho la pena. Había talento de sobra y con este álbum empezaron a demostrarlo.


Puntuación