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El séptimo álbum de estudio de Bob Dylan es el que cerraría el triangulo de clásicos y obras maestras que conforman los dos discos de 1965 y el que nos ocupa. Este punto seria el apogeo de su obra, alcanzando una excelencia en la composición y en las letras (cada vez más surrealistas) increíble y encadenando trabajos inmaculados uno tras otro de una manera asombrosa.
Dylan continuaba con su idea de evolucionar el folk y convertirlo en set eléctricos, así que volvió a trabajar con varios de los músicos usados en las sesiones de Highway 61 Revisited, y con una nueva incorporación, varios miembros del grupo The Hawks, que posteriormente se convertirían en The Band.
Con una duración de casi hora y veinte minutos (uno de los primeros LP dobles de la historia) estamos seguramente ante el trabajo más épico de Dylan. La evolución (o revolución) más palpable sin duda llega en el apartado musical, donde definitivamente el sonido se vuelve salvaje en canciones como ''Leopard-Skin Pill-Box Hat'' y su brutal solo de guitarra, o varios pasajes de armónica desatada esparcidos por el disco. Otro clásico seria ''Rainy Day Women #12 & 35'' y el mítico fraseo de 'Everybody must get stoned'.
Pero no solo consigue convencer mucho más que antes en el apartado rockero, también en las canciones melódicas obtiene de lejos sus mejores resultados. Con ''Visions Of Johanna'' obtiene un éxito automático con una letra cuidadisima, pero de una duración un poco excesiva probablemente, cosa que subsana perfectamente con cosas mucho más digeribles como ''I Want You''.
Y es que una vez más da la sensación de que hay muchas canciones demasiado largas, como por ejemplo la cara D, dedicada íntegramente a los 11 minutos de ''Sad Eyed Lady Of The Lowlands'' o los siete minutos de ''Stuck Inside Of Mobile With The Memphis Blues Again'' que pueden llegar a parecer interminables tras la sexta o séptima estrofa. Una vez más podemos echarle la culpa al idioma, ya que aunque las historias son de lo más interesantes, no todos podemos entender el cien por cien lo que nos cuenta, perdiendo así algo de gracia.
La trilogía legendaria se termina en 1966, pero ni mucho menos empezaría a bajar la calidad en los siguientes discos, solamente no seria capaz de volver a alcanzar el nivel demostrado aquí, aunque a mediados de los 70 vuelva a rozarlo. Un disco con el único ''pero'' de la duración (para los que eso sea algo que descontar) y el handicap de ser muy importante entender lo que se escucha.
Puntuación |
Buen artículo. (te has olvidado de especificar el año, aunque todos sepamos cuál es xD)
ResponderEliminarCoño, es cierto! Gracias por el chivatazo.
ResponderEliminarAhora mismo acabo de terminar de escuchar el Higwhay 61 revisited y (levanto el escudo) hay canciones que me recuerdan a trabajos de Joaquín Sabina (llueven flechas). Me explico: están temas como Like a Rolling Stone, que son explícitos y dejan de lado las pajas mentales high level de cantautor; y están esas letras que, entre metáforas y referencias a hechos, personajes de ficción, personajes de la vida real que no los conoce ni su madre, terminan confundiéndote más que otra cosa. Lo mío no se trata de una crítica, porque la lírica es la lírica, con sus pros y sus contras. Ahora, si en dicho apartado no es una divinidad, en lo musical puede dejar que desear; y me refiero especialmente a canciones de 4-5 minutos instrumentalmente monótonas. Por lo menos en el hard rock siempre hay un espacio para el solo de rigor.
ResponderEliminarPor cierto, el contador es para maricones y gente sin caletre, y tú no pareces un tío sin caletre.
Lo siento, acabo de llegar del Primavera Sound 2011 y llevo casi dos días sin dormir y no entiendo nada. De todos modos, de lo que creo haberme enterado de tu mensaje, es que el Highway 61 te ha parecido un poco lioso liricamente y pobre musicalmente,¿correcto?
ResponderEliminarPido perdón, de verdad, mis neuronas están ahora mismo a un nivel en el que Messi me ganaría haciendo cálculos aritméticos. Si el usuario anónimo vuelve y quiere seguir la conversación se lo agradeceré.
No tanto el Highway 61, como Dylan en si. A nivel musical, más allá de innovaciones, deja que desear; mucho más si uno atiende a sus primeros trabajos, que son fundamentalmente poesía con adornos instrumentales a su alrededor. Algo me dice que las maravillosas intervenciones de cuerda y harmónica de Desire constituyen una excepción en su discografía.
ResponderEliminarLo primero, gracias por volver, el otro día no era ni persona de la tralla que llevaba encima.
ResponderEliminarLa descripción que adjuntas creo que podría ser más ''aplicable'' a gente como Cohen, el Nick Drake de Pink Moon o incluso Elliott Smith (por nombrar décadas distintas) que a Dylan, pero vamos, que no solo entiendo a lo que te refieres, sino que ademas opino igual.
De todos modos, hablando del Highway 61 y sobre todo del Bringing donde media cara es acústica si que se nota la diferencia con este Blonde On Blonde, y en mi opinión es la primera vez que la música gana a las letras en un disco de Dylan. Aquí hay solos de guitarra, fraseos con armónica, organos y teclados etc, que no es poco.
Creo que nos equivocamos de base si pedimos en el folk un virtuosismo en en instrumento, ¿no crees?
El menda se equivoca a menudo, de modo que no pasa nada. Aquí puedo estar cagándola incluso más, pues iniciado soy en Dylanismo y ciencias folk. La impresión que voy teniendo tras varios acercamientos es que con Bob, o capiscas las letras, o te aburres escuchándole. No esperaba de su parte canciones como las de Fairport Convention, pero si que la música fuera en si misma suficientemente consistente.
ResponderEliminarY me callo, me callo...
Fdo: King Bronson